No pudo dormir bien la noche anterior, porque sólo trataba de buscar las palabras precisas para poder despedirse.
De pronto se dio cuenta de que no era necesaria tanta palabrería y que lo mejor sería avanzar sin decir adiós...
Finalmente hace tiempo que debía haberlo hecho, pero no tenía el valor suficiente para renunciar a su presencia, esa presencia que poco a poco fue odiando.
Entonces, se tuvo que marchar, apresuro el paso, cantando una canción, tratando de no mirar hacia atrás, pensando en que todo estaría mejor si se olvidara de ella por completo.
Y se fue... se quedó con las ganas decirle lo mucho que la odiaba, de gritarle a la cara, y pegarle un par de cachetadas, pero fue mejor marcharse de esa manera, no como un cobarde, sino como un ser humano con dignidad, que no merecía dirigirle la palabra a esa persona tan miserable que un día se encontró.
Patricia May.
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